REMITIDO POR MARIA DEL MAR AMIGA DE LA AUTORADIVAGACIONES DE UNA IGNORANTE

Es melancólica en sí, la tarde del domingo invernal: la casa está silenciosa y muda, los pájaros han crecido y vuelan solos y yo me entretengo al sacar el cajón de los recuerdos, fotografías, cartas, papeles, imágenes de los años que han pasado, elocuentes testigos de mi propia ignorancia.
Una primera foto, ¡que blanca iba la novia!, ¡que joven, que flaco el novio¡, ¡que insensatos los dos!. Allá van a la peliaguda aventura del matrimonio, sin garantía ninguna, sin previas relaciones prematrimoniales que les aseguren su capacidad de acoplamiento: no han probado nada; se quieren, confían el uno en el otro y basta, el resto queda en las manos de Dios.
Ciertamente, así fue la historia de casi todos sus amigos, sus parientes, sus hermanos; Ciertamente también, y después de tantos años, se comprueba que en una proporción alentadora toda esta colección de ignorantes siguen juntos; en una unión que difícilmente podrá ya romper ninguna dificultad que no sea la muerte de uno de ellos.
Vuelvo a mis viejas fotografías… ¡y aunque son restos de experiencia, los hicimos bien!. Nueve meses y veinte días han pasado nada mas, entre la primera foto y la que tengo ahora en la mano en brazos de su abuela y madrina duerme satisfecho nuestro primer hijo. Le miro con atención, ¿estará satisfecho de verdad?, ¿no empezara a incubar en él el trauma contra unos padres que acaban de atropellar su libertad y le han hecho recibir el sacramento del bautismo? Nadie pensó en esperar los trece o catorce años necesarios para que la criatura eligiera libremente su credo. Bien es verdad que tampoco fue consultado sobre sus gustos en materia de alimentación y nunca supimos si al pecho materno que con tanto amor le ofrecí, hubiera preferido la asepsia de los productos envasados ni oímos su parecer antes de que su padre lo inscribiera orgulloso en el juzgado con su propio nombre. Realmente no cabe mas paternalismo.
Van saliendo más papeles: notas escolares, la historia medica de la complicada fractura de un brazo, la primera receta de las gafas de un hombre que canso sus ojos trabajando mucho, y entre tanto papel sale también una carta de amor; está fechada diez años después de la fotografía de la boda, sin embargo, y por increíble que parezca, el que la escribe es el mismo que figura en aquella. Ahora tiene menos pelo, mas kilos, también la carta tiene mas peso, quizás es menos lírica que otras que escribió diez años antes. Pregunta por las notas de los chicos, riñe un poco porque de las camisas que llevó ha encontrado una a falta de dos botones, pero dice también que me echa de menos, que le gustaría que estuviera con él en tantos sitios bonitos que está conociendo, dice que por la noche en el hotel se encuentra solo. Evidentemente se trata de una carta de amor, un amor remansado, un amor sereno. Un verdadero amor.
¡Esto se complica! Otra fotografía, bastante mala pro cierto, sin color y sin retoque. Dos chicos de pie asoman sus cabezas entre nosotros dos; en brazos de su padre, nuestra hija, un puro rizo, un puro mimo, nadie le discute, de momento su puesto de honor; en los míos, rubio y gordinflón, el ultimo de la serie. Tengo en mi mano la fehaciente prueba de nuestra insensatez… El primer carnet de familia numerosa; digo que es el primero, apenas me atrevo a confesar que tuvimos otro después.
Y quizás me preguntareis los jóvenes, los precavidos jóvenes de hoy, si entre aquellos papeles no encuentro el seguro del coche, si no están tampoco las garantías mil de lavadora, secadora, nevera, congelador, batidora, TV (en color a poder ser), radio-casetes (en plural, es decir varios) y tantas y tantas cosas mas que hoy consideramos indispensables (yo también) en nuestro hogar. Tengo que contestaros que no, que no las teníamos, que fuimos teniéndolas mas tarde, cuando la familia aumento y cada uno de los aparatos se convirtió en un eficaz aliado del orden y las necesidades de la casa, pero en nuestra ingenuidad no co

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