Queridas familias, tened la gozosa certeza de que esto es así: sois la
esperanza de la Iglesia y del mundo. El Señor espera a nuestra fidelidad
-unida a la de tantos otros- para iluminar este mundo, el Señor cuenta con
vosotros -en palabras de san Josemaría- ‘para ahogar el mal en abundancia
de bien’ y para llevar de nuevo al mundo el mensaje salvador de su
Evangelio.Queridísimas familias:
Un año más he de agradecer al Señor el regalo de poder celebrar esta XV
Jornada Mariana de la Familia, con todos vosotros, venidos a este Santuario
de Nuestra Señora de Torreciudad desde tantos puntos de España y desde
algunos países vecinos.
Estamos aquí -en ‘la casa de la Virgen’ y envueltos en el entrañable
recuerdo de san Josemaría Escrivá de Balaguer- como testigos del Evangelio
de la familia y de la vida.
Estamos aquí con la gracia del Espíritu Santo para glorificar a Dios Padre
por medio de Cristo, que renueva en la Santa Misa su Sacrificio redentor.
Él es el Señor del cielo y de la tierra y actúa sin cesar en la historia
humana por medio de la Iglesia, de la que formamos parte. En el salmo
responsorial hemos ensalzado al Señor, con palabras de María, por sus
‘grandezas’ en favor de los hombres . La mayor de todas ellas es,
ciertamente, la Encarnación del Hijo de Dios. Jesucristo, que se hace
realmente presente en la Eucaristía: sacramento de su Cuerpo y su Sangre,
que se nos dan como pan de vida y bebida de salvación ‘para que formemos en
Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu’; es decir, para que en medio del
mundo ‘lleguemos a ser santos y fermento eficaz de santidad’.
Hoy nos encontramos en Torreciudad para avivar en nosotros estas certezas
de fe y para proclamar que el matrimonio es también ‘sacramentum magnum’ :
signo eficaz de la presencia del Señor en el mundo y manifestación del amor
indefectible con que Cristo ama a su Iglesia y la hace fecunda. Hemos
venido a reafirmar, con el Papa Juan Pablo II, que ‘en la visión cristiana
del matrimonio, la relación entre un hombre y una mujer -relación recíproca
y total, única e indivisible- responde al proyecto primitivo de Dios’; un
proyecto a menudo ‘ofuscado en la historia por la ‘dureza de corazón’, pero
que Cristo ha venido a restaurar en su esplendor originario, revelando lo
que Dios ha querido ‘desde el principio» para bien de la criatura.
Sí, hermanas y hermanos, hijas e hijos míos: celebramos esta XV Jornada
Mariana de la Familia como expresión inequívoca de nuestro compromiso de
‘proponer con fidelidad la verdad sobre el matrimonio y la familia’ , tal
como la hemos recibido de Dios. A través de su Vicario en la tierra, el
Señor nos convoca para vivificar la sociedad con las enseñanzas perennes de
la Iglesia, pues ‘son muchos los factores culturales, sociales y políticos
que contribuyen a provocar una crisis cada vez más evidente de la familia’,
y que a veces llegan a desvirtuar ‘la idea misma de la familia’ .
No se trata de lamentarse. Pero -como han puntualizado expresamente Juan
Pablo II y los Obispos de España – bien a la vista están los signos de ese
oscurecimiento de la dignidad del hombre y de la santidad del matrimonio en
las conciencias de tantos conciudadanos nuestros.
Ante una situación semejante, que puede afectar a millones de personas de
España y del mundo, el lema escogido para la Jornada de este año es
especialmente significativo: ‘la familia cristiana, esperanza del mundo’.
Queridas familias, tened la gozosa certeza de que esto es así: sois la
esperanza de la Iglesia y del mundo. El Señor espera a nuestra fidelidad
-unida a la de tantos otros- para iluminar este mundo, el Señor cuenta con
vosotros -en palabras de san Josemaría- ‘para ahogar el mal en abundancia
de bien’ y para llevar de nuevo al mundo el mensaje salvador de su
Evangelio.
No nos sentimos los cristianos mejores que los otros, ni más virtuosos.
Pero -hoy, como siempre- estamos llamados por la gracia de Dios a ser sal y
luz del mundo , fermento de la sociedad y, por tanto, a revitalizar con el
amor y la verdad de Cristo los ambientes culturales y sociales. El Señor
nos urge día a día a ser ejemplo para muchos que vacilan, a mostrarles la
belleza y el atractivo de nuestra fe, el sentido divino del amor humano y,
en consecuencia, del matrimonio f