En derechos humanos, a veces lo ‘moderno’ es una vuelta al pasado. Sencillamente, se puede avanzar o retroceder. Los logros históricos hay que mantenerlos vivos.
El calificativo “moderno” es muy apreciado. Viene a ser sinónimo de ser actual, que es un valor apreciado en el momento en que se vive, que está de moda. En cuestiones accesorias, se le puede otorgar un valor en sí mismo, aunque no obligatorio (los pantalones acampanados de hace tres décadas, las melenas en los varones o el piercing son lo que son, y hay que relativizar su vigencia).
En cuestiones que atañen a los derechos humanos, como ya sabemos que la humanidad ha tenido avances y retrocesos, a veces lo moderno es una vuelta al pasado, o simplemente algunos dictan lo que es moderno, etiquetando como tal una postura que tal vez es anticuada e incluso no mayoritaria. Sencillamente, se puede avanzar o retroceder. Los logros históricos, auténticos “hitos”, hay que mantenerlos vivos, porque son un tesoro: de lo contrario, hasta los propios “tesoros” habría que destruirlos, porque son del pasado.
Con el término “laico” el margen de acepciones, de especialistas y en el pueblo liso y llano, es muy amplio y más confuso. Un laico – término procedente del griego, que significa “pueblo”- es lo distinto a “clérigo”. Un laico trabaja, come, se divierte, puede practicar la religión que asuma, y no deja de serlo en ninguna de esas situaciones, que es muy laical. El ámbito religioso abarca a todos los hombres: los animales no tienen religión. Lo que es exclusivo de los clérigos no es laical. Es laical respetar las manifestaciones religiosas. Eliminar lo religioso es “laicismo”, intolerancia violenta, sea física, verbal o legal.
Es preocupante, sin embargo, que muchas personas se sienten indefensas cuando otros etiquetan como “moderno” o “laical” lo que estiman oportuno, y se paralizan, perplejos y aturdidos, sin capacidad de reacción. Empiezan por seguir viviendo lo que estiman adecuado pero a escondidas, y acaban no viviendo –ni mucho menos defendiendo en público- lo que hacía un tiempo vivían con convicción. Esto sucede cuando se carece de raíces, de formación, y por desgracia está sucediendo en España ante la ofensiva del Gobierno socialista en materias de moral natural.
Debe ser por el conocido refrán de “dime de qué presumes y te diré de qué careces”, pero es que se vuelve a demostrar bastante cierto después de que Rodríguez Zapatero anunciara leyes modernas, laicas y que iba a acabar con todo lo carca. Una y otra vez, veo que encabeza un Gobierno que no es moderno ni laico, y por tanto muy carca, anticuado.