La Navidad es una fiesta que llega al corazón de millones de hombres y mujeres, pues nos permite expresar los mejores mensajes que el ser humano puede desear. En reiterados momentos de la historia se han logrado treguas para las guerras y los conflictos en los días navideños, con la esperanza de que experimentar un poco la paz es el primer paso para que cristalice de forma duradera. Familias con miembros enemistados han hecho esfuerzos por reencontrarse en los días de Navidad.

Es cierto que en ocasiones se ha podido desvirtuar la esencia de la Navidad. No han faltado quienes han explotado el espíritu navideño para fomentar hábitos de consumo muy poco solidarios, para potenciar formas de economía sumergida que precarizan los derechos de los trabajadores. Tampoco ha faltado quien ha vivido las Navidades como una impostura infantil o careta social de buenos deseos pero sin verdadero ánimo de reconciliación y de paz con sus familiares y allegados.


       Más recientemente, y especialmente estas Navidades de 2004, nos hemos encontrado con un novedoso fenómeno en nuestro país del que en las últimas semanas, los medios de comunicación se han hecho eco: grupos laicistas militantes intentan presionar para que se omitan los signos cristianos de la Navidad. Han llegado a prohibir un concurso de villancicos en un colegio público.


       Se trata de grupos ideológicos encerrados en el laberinto de la propia contradicción. Se autopresentan como amantes de la libertad, pero hoy impiden a los niños cantar villancicos en un colegio público y mañana serán capaces de montar un concurso de disfraces de lobos con tal de no verles con trajes de pastorcillos. Censurar villancicos es un episodio más propio de dictaduras que de democracias. Se trata de un nuevo acto del esperpento anti-religioso al que asistimos en España.


       Se presentan como promotores del mutuo respeto, pero promueven que las minorías impongan su veto y censuren las expresiones mayoritarias de creencias y convicciones; hablan de valores, pero son incapaces de hacer una lectura educativa de la Navidad y del humanismo que comporta; hablan de un progreso al margen de la religión, y lo que hacen es crear un grupo cuasi sectario que propugna la militancia inquisitorial, con ánimo de censura, incapaz de respetar la experiencia de la fe ajena.


       Ante los intentos de adulterar la Navidad, de censurar villancicos, de privarle de sentido, de ningunear su mensaje cristiano y social, os invito a que celebremos la Navidad con plenitud. Dios es fiel y cada Navidad celebramos que Él nos llama y no nos abandona. Dios es misericordioso, no hace acepción de personas, no necesita de la lógica del dinero ni del poder y sigue llamando a los humildes. Dios es cercano, y habla al corazón de cada hombre y de cada mujer, con la elocuencia singular que tienen los signos de la vida familiar. Dios es amor, y cada Navidad viene a nosotros como viene cada día en la Eucaristía: fuerte en la debilidad, para rescatar nuestras vidas del pecado, no desde el miedo, sino desde la libertad.


       Recuperar la esencia de la Navidad, no es una cuestión de mera estética. La representación de los belenes, de la música de paz o de los buenos deseos son llamadas que los cristianos hacemos a todo hombre y mujer para interiorizar con sinceridad esos valores universales que no merecen ser despreciados.


       Los católicos del año 2004, en nuestros hogares, comercios y establecimientos tenemos la oportunidad de reivindicar y usar los signos externos de estas celebraciones, al tiempo que testimoniamos  el mensaje fraterno y familiar de la Navidad. Es hora de poner paz en los corazones de nuestra familia, de ejercer la solidaridad como un gesto que debe seguir cuando haya acabado la Navidad. Es tiempo de acompañar a nuestros vecinos que sufren la soledad, la enfermedad, o que padecen la ausencia de un ser querido.


       Una vez más, quiero acordarme en Navidad de las familias que se han visto rotas por la barbarie anticristiana del terrorismo. Pido a todas las familias cristianas de nuestra tierra que junto a las tradicionales oraciones del día de Navidad n

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