ROMA. Juan Pablo II incluyó ayer entre los graves problemas del mundo las amenazas legislativas a la familia, como el proyecto de matrimonio homosexual en España. El Papa sorprendía así a los 178 embajadores acreditados ante Santa Sede por su vigoroso empeño por evitar el desastre humano y sociológico que provocan las «leyes dictadas por una visión restrictiva y antinatural».
En el análisis sobre el estado del mundo que realiza al comienzo de cada año ante el cuerpo diplomático, el Papa sintetizó los desafíos de la humanidad en «la vida, el pan, la paz y la libertad». En el primer capítulo, el Santo Padre condenó la investigación con células embrionarias puesto que «el embrión humano es un sujeto idéntico al niño que va a nacer y al que ha nacido a partir de ese embrión. Por tanto, nada que viole su integridad y dignidad es éticamente admisible». Según el Pontífice, «una investigación científica que reduzca el embrión a objeto de laboratorio no es digna del hombre».Referencias a EspañaEn ese mismo terreno, el Papa añadió que «el santuario de la vida es la familia», amenazada en estos momentos «por factores sociales y culturales que, ejerciendo presión sobre ella, hacen mas difícil su estabilidad». Refiriéndose claramente a los proyectos del Gobierno español que ha denunciado con fuerza en los últimos meses, el Santo Padre denunció que «en algunos países la familia está amenazada también por una legislación que atenta, a veces directamente, contra su estructura natural, que es y sólo puede ser la unión entre un hombre y una mujer, fundada en el matrimonio».El Papa advirtió que, además de «fuente de vida y de felicidad», la familia es elemento «de la prosperidad material de la nación. No puede, pues, admitirse que la familia se vea amenazada por leyes dictadas por una visión restrictiva y antinatural».Juan Pablo II se refirió explícitamente a España en el capítulo de las grandes tragedias «que han llenado de luto el 2004», entre las que figuran «el cruel atentado de Madrid», las «bárbaras acciones del terrorismo que han ensangrentado Irak y otros Estados del mundo», así como las atrocidades en Darfur y la región de los Grandes Lagos en África.En la defensa de las libertades, el Papa subrayó que «no hay que temer que la libertad religiosa interfiera en el campo de la libertad política y de las competencias del Estado. La Iglesia -mantuvo el Santo Padre- sabe distinguir lo que es del César y lo que es de Dios. La Iglesia coopera al bien común de la sociedad porque rechaza la mentira y educa para la verdad, porque condena el odio y el desprecio e invita a la fraternidad».