Manifestación 18-J: La voz de los que callan

ENRIQUE MANGLANO Y CASTELLARY
Vicepresidente 1º de -AVAFAM- 
Vicepresidente 1º del -Foro Valenciano de la Familia-
En los días previos a la manifestación del pasado sábado tuve el gusto de atender las entrevistas y preguntas de muchos medios de comunicación que se interesaban por la participación de los valencianos en ella y por los motivos que les llevarían a Madrid. Una de esas entrevistas fue en un programa de LP TeVa, la cadena de televisión de LAS PROVINCIAS. Pude ver en la entrada del edificio unas letras en formato grande que plasmaban el manifiesto fundacional del periódico: “Ser la voz de los que callan”.
 
Una vez en Madrid, con un calor sofocante, y rodeado de familias llegadas de toda España (la participación de nuestra Comunidad fue masiva y se veía en la cantidad de senyeres y pancartas que flotaban sobre los cientos de miles de cabezas), me vinieron a la mente esas palabras: esta es la manifestación de los que callan, de los que normalmente no se manifiestan.
 
Allí estaban las amas de casa, las madres de familia que, con su labor callada y su elección libre de dedicar su tiempo y su trabajo a su marido y a sus hijos, hacen posible que la familia sea un lugar donde da gusto vivir y donde el amor y la entrega es la ley. Madres de familia conscientes del valor de su sacrificio y que están hartas de que se les ridiculice por parte de quienes no aportan a la sociedad ni la mitad que ellas. Y se manifestaban en defensa de su familia y su dignidad.
 
Allí se veían a familias enteras, padre y madre con hijos, en un ambiente alegre y festivo. Familias numerosas conscientes de que son el futuro de la sociedad, y hartas de que los que no son capaces de asumir ninguna responsabilidad frente a la sociedad hablen de ellas como si fuesen locos e irresponsables por haber tomado la decisión difícil de ser generosos. Y se manifestaban en defensa de su libertad para elegir la educación de sus hijos y su derecho a que el Estado reconozca su aportación apoyándolas y no penándolas fiscalmente.
 
En Cibeles estaban las personas mayores que exigen el derecho a tener una muerte digna, que no es que te mate un tío muy digno, sino morir rodeado de su familia o de gente que les respete como personas, sin el temor a que alguien decida que ya no es útil para la sociedad porque está enfermo o mayor.
 
Se manifestaban miles de ciudadanos que han crecido en una familia con un padre y una madre, que saben por experiencia que deben todo a la educación y la estabilidad que la familia fundada en la institución del matrimonio les ha dado. La inmensa mayoría de españoles que valoran la familia como la institución más importante para ellos y que han estado dispuestos a salir a la calle para decir al Gobierno que no están dispuestos a que les cambien esa institución en la que se basa su pasado, su presente y el futuro de sus hijos.
 
En Madrid estaban cientos de miles de ciudadanos hartos, dispuestos a defender la familia donde han nacido ellos y que quieren para sus hijos. Ciudadanos que normalmente callan porque tienen suficiente con sacar adelante a su familia, porque trabajan para obtener el pan que diariamente necesitan sus hijos, y porque prefieren educar a sus hijos para que sean buenos ciudadanos que salir a la calle.
 
La manifestación del sábado ha tenido una gran virtud: ha dado voz a la inmensa mayoría callada. Les ha quitado el miedo y les ha dado la confianza de que no están solos. Esa inmensa mayoría ha sido convocada por asociaciones de familia, de padres de alumnos, de amas de casa. No han necesitado a los partidos ni a la Iglesia para iniciar una movilización en defensa de sus derechos y de su concepto de familia. Después se han sumado otros, pero hemos tomado

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