Se ha hecho evidente un cambio en la educación: del autoritarismo y la rigidez se ha pasado a la ausencia de límites, a la comodidad y al “dejar hacer”. Se hace patente, por lo tanto, que conviene buscar un término medio: vivir los horarios para el estudio, y padres y educadores, unidos en este reto, establecer las pautas que se deben hacer cumplir, con la  suficiente ascendencia, consecuencia del prestigio y del testimonio personal de los que tenemos el reto de educar. 

¿Cómo podemos animar esta voluntad por el estudio? La respuesta la sintetizamos en esta frase: educar la voluntad para el esfuerzo. Nuestros hijos y  hijas han de estudiar con ganas y sin ganas de  hacerlo, sin excusas, con constancia y con renuncias voluntarias tan sencillas como estar sentados correctamente en la silla; no comer mientras se estudia o no dejar a medias los deberes de la  escuela.


En un mundo competitivo donde se valora la  eficacia y  los resultados, los padres tenemos el riesgo de  hacer lo mismo con las calificaciones de los niños. Si tenemos niños o  niñas con gran facilidad para aprender podríamos caer en el defecto de que  − al recibir muchos elogios− se volvieran unos vagos, en cambio otros habiéndose esforzado más, podrían no tener buenas notas y quedar desmotivados al no recibir ninguna alabanza. ¿Qué actitud sería la óptima?: observar las posibilidades de cada uno y, sobre todo, no obsesionarse por las calificaciones. Valoremos lo que hace de bueno: poner codos.


Han terminado las vacaciones de Navidad y volvemos a la  escuela. Vamos recibiendo noticias de  fracaso escolar. A los padres nos preocupan estas noticias que afectan también a nuestros hijos y  hijas. Estamos en la  cola de los países europeos. Según el informe de  la  Organización para la  Cooperación y  el Desarrollo Económico (OCDE), el bachillerato en España (con un 33 por ciento), ocupa el cuarto lugar en este triste ranking, sólo superado por Turquía y  México. En el otro extremo de  la  clasificación aparecen Alemania (con el 3 por ciento de  alumnos que no superan la secundaria superior), Grecia (4 por ciento), Noruega (8) y  Japón (9).


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