El Instituto de Política Familiar presenta en el Parlamento Europeo un estudio que alerta de la crisis de los modelos familiares tradicionales y pide más atención para esta institución. La política familiar se está convirtiendo en una prioridad social y pública en la Unión Europea, como lo demuestra la creación de departamentos y secretarías de Estado dedicados a la institución de la familia en prácticamente toda la Europa de los Quince. Pero estos esfuerzos son sólo a nivel de Estado, pues ninguna de las 19 comisarías de la Comisión Europea corresponde a la familia, atención que se engloba dentro de los asuntos sociales. Esta realidad coincide además con el reparto de los gastos. Así, de cada 13 euros que destina Europa a gastos sociales, tan sólo uno se dedica a políticas de familia, apartado que acapara sólo el 2,2 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB). Este análisis –elaborado por el Instituto de Política Familiar (IPF) con datos estadísticos oficiales– revela grandes diferencias entre países. España se coloca a la cola y es, junto con Letonia, Lituania y Polonia, el país de los Quince que menos ayuda a la familia. Este gasto no supera el 0,5 por ciento del PIB español, mientras que países como Italia duplican el porcentaje y hay un verdadero abismo entre la atención que se presta en Luxemburgo o Suecia y los países del Este. ‘Esta gran desconvergencia en materia social está provocando que haya familias europeas de primera y segunda categoría’, se advierte en el informe dirigido por Lola Velarde, presidenta del IPF, y presentado ante el Parlamento Europeo. A modo de ejemplo, una familia con dos hijos recibiría en Luxemburgo una prestación de 611 euros al mes, en Alemania de 308, en Reino Unido de 270 y en España de sólo 49 euros, más del doble de lo que recibiría en Polonia, con 22. Cuando se trata de una familia con 4 o más hijos a su cargo, en Luxemburgo percibiría hasta 40 veces más dinero en ayudas que en España. Expertos en demografía, psicología, sexología, médicos y especialistas en conciliación de la vida laboral y familiar han participado en el informe Evolución de la Familia en Europa 2006, un documento que evidencia que los problemas de los hogares europeos se están agravando. Esta exhaustiva radiografía presenta a una Europa envejecida con un crecimiento poblacional lento repartido muy desigualmente y que depende, casi exclusivamente, de la inmigración. De hecho, más del 80 por ciento del crecimiento demográfico registrado en Europa en la ú última década se debe a la llegada de inmigrantes. Ante este panorama, el futuro es muy preocupante. Según las proyecciones de población, Europa se estancará y empezará a decrecer en cuanto a población en el año 2025. La pirámide población casi está ya invertida en Europa. La población general crece, aunque la baja tasa de natalidad tiene poco protagonismo en esta subida. Entre 1990 y 1995 la caída del número de nacimientos fue muy importante, con un descenso de casi 600.000 personas en la Europa de los Veinticinco y superior a 370.000 en los Quince. En la última década los nacimientos se han estancado e incluso han experimentado un ligero repunte en algunos países. El informe del IPF destaca el elevado número de abortos en la UE, donde cada 30 segundos se produce una interrupción voluntaria del embarazo. España es el país donde más han aumentado estos casos, casi un 75 por ciento en diez años. Junto a Francia, Reino Unido, Italia y Alemania, estos países acaparan tres de cada cuatro abortos en territorio europeo. Lo que hace que, al lado del cáncer, esta práctica sea la primera causa de mortalidad en Europa, según el IPF. Además, los europeos cada vez tienen los hijos más tarde. La maternidad llega entrada ya la treintena y de nuevo España ostenta otro récord con la edad media más alta de toda Europa (30,84 años). Las lituanas son las que antes se estrenan como madres (27,2 años). Todo esto, unido a que cada vez se registran menos bodas y cada 33 segundos se rompe uno –a diferencia entre la tasa de matrimonios y rupturas se ha reducido a la mitad en dos décadas–, contribuye a ‘vaciar’ los hogares y a fracturar aún más el modelo tradicional de familia. Ante esta situación, el IPF reclama en el Parlamento Europeo que, a través de organismos, dotaciones presupuestarias y planes y leyes, se promocione a la familia como institución y se pongan los medios para que los padres puedan tener los hijos que deseen, concilien su vida personal y laboral y superen sus crisis.