Este último domingo se celebró un año más el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Estamos a punto de cumplir el centenario de esta celebración reconocida por Naciones Unidas, desde que comenzara por primera vez en 1911.Esta jornada siempre supone una cierta reivindicación de la necesidad de fomentar políticas sociales que conduzcan a una auténtica igualdad de derechos y deberes entre el hombre y la mujer. Las situaciones cotidianas avalan que hombres y mujeres somos distintos, y que el éxito en una pareja radica en la complementariedad entre ambos.

Existe una fuerte sensibilidad social que está conduciendo a tratar de paliar las deficiencias existentes en el trato a los derechos y deberes entre hombres y mujeres. En estaedición del Día Internacional de la Mujer Trabajadora, como ya sucediera no hace muchos años, se ha puesto el énfasis en la situación de las amas de casa, que incluso ha llevado a plantear una huelga.

Las amas de casa realizan una tarea insustituible en el hogar, que en muchas ocasiones no merece el reconocimiento social y familiar oportuno. El cuidado de los hijos o las tareas domésticas son un auténtico trabajo profesional, que así debe ser reconocido por la administración, en particular, y la sociedad, en general. Las mujeres, que buscamos compatibilizar el trabajo fuera del hogar y la necesaria asunción de responsabilidades mutuas de esposo y esposa, sabemos de la dificultad de conciliar ambos aspectos. La legitimidad de aspirar a ser una buena profesional y simultáneamente una excelente madre de familia debe estar auspiciada desde la Administración. La oportunidad de crear una familia no puede verse rodeada de obstáculos insalvables, sino como el gozo de contribuir a la formación de las generaciones futuras.

Quienes hemos decidido apostar por formar una familia (además numerosa) sabemos el enorme sacrificio que conlleva. Padre y madre corresponsablemente tienen que optimizar el tiempo a lo largo de una jornada para asistir a una reunión, elaborar un informe, llevar al niño al médico, poner una lavadora, “perseguir” que los hijos hagan los deberes, o preparar la cena y la comida del día siguiente.

Conocemos cómo es absolutamente consustancial a nuestra jornada las prisas, ya sea para que nuestros hijos lleguen a la parada del autobús a tiempo, o para llevarles a una actividad extraescolar, o cómo el fin de semana tenemos que recorrernos toda la geografía para ver el partido de futbito o baloncesto, en el que juega nuestro “Fernando Llorente” particular.

Por eso, quienes compatibilizamos el trabajo profesional fuera y dentro del hogar, comprendemos la inestimable labor realizada por las amas de casa (y también algunos amos de casa) y denunciamos la necesidad de un reconocimiento social. Las circunstancias sociales tampoco facilitan la incorporación de la mujer al ámbito laboral externo después de la maternidad.

Como señalaba al principio, esta situación ciertamente mejorable ha llevado a plantear la realización de una huelga de amas de casa. Aunque ciertamente puede tener un fuerte impacto mediático, quizá sea poco práctico por la desorganización y desatención familiar. Sin embargo, esta propuesta sí pudiera servir de acicate para sugerir algunas medidas oportunas que inciden en esta deficiencia: promover la familia como primera responsable de la educación en virtudes y valores, también en los de la corresponsabilidad de las tareas domésticas, la complementariedad del hombre y la mujer como acicate para la distribución de distintas funciones en el hogar entre ambas partes, y una auténtica política de ayudas a la conciliación de la vida laboral y familiar, que suponga la compatibilidad plena de formar una familia sin verse obligado a renunciar a un trabajo profesional externo. Nuestros hijos nos los agradecerán y la productividad de nuestra sociedad también.

Noelia Sanz García
Secretaria Académica.
Facultad de Económicas. Universidad de Navarra

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